“Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando
todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la
castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar”
(Porta Fidei, 13).
“La fe es
decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos
lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque
es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se
cree” (Porta Fidei, 10).
“La fe, en
efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se
comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha
el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre
el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a
aceptar su Palabra para ser sus discípulos.
…no hay otra posibilidad para poseer
la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo
continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque
tiene su origen en Dios” (Porta Fidei, 7).
“No podemos dejar que la
sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16)” (Porta Fidei, 3).
“Por la fe, fueron por el mundo entero,
siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno,
anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos
fieles. (Porta Fidei, 13).
“Con fe, María saboreó los frutos de la
resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los
Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4”) (Porta Fidei,
13).
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