El 25 de marzo nuestro Instituto celebra su Fiesta Titular: LA ENCARNACIÓN.
"Dios ha querido no separarse ya del cuerpo que tomó
en la Encarnación" -Miguel Fenollera-. Por eso nuestra misión cobra sentido cuando, después de las dulzuras de la contemplación, nos lanzamos a la búsqueda y al encuentro del Cristo que está en el hermano necesitado de ternura y despojado de su dignidad. Es ahí donde nos sentimos llamadas a colaborar con Él en la restauración de la humanidad.
La Evangelii Gaudium, en el nº 88, nos recuerda cuál es el ideal del cristiano: vivir una fe arriesgada en la búsqueda del otro superando la tentación de buscar a un Cristo sin carne, sin cruz. La carne de Cristo en el hermano, su encarnación, nos invita a la revolución de la ternura.
"El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual. Muchos tratan de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo de los más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensión social del Evangelio. Porque, así como algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura".
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