La Hna. Rosa Gaude Cazaña es natural de Albacete, España. En la actualidad realiza su misión apostólica en el Colegio "El Ave María" de Madrid, ubicado en la calle Dr. Salgado de Vallecas. Junto al colegio está la comunidad avemariana a la que ella pertenece. Agradecemos a la Hna. Rosa su disposición de contarnos su historia vocacional.
Debido al ejemplo de mis padres, desde niña, siempre ha sido sensible a la ayuda y acción social.
Mi padre, como médico rural, y mi madre como esposa eran muy sensibles a ayudar a la gente, que en aquella época lo necesitaban. En mi casa siempre había dos habitaciones disponibles para la gente que venía de las casas de campo enfermas y no tenía donde quedarse. Mi madre les tenía preparado un dormitorio y la otra habitación acondicionada con las cosas necesarias para poder cocinar y alimentos para cocinar.
Cuando me hice mayor acompañaba a mi padre a los partos y siempre llevábamos de mi casa los útiles necesarios para lavar al niño y calentar la habitación de la parturienta, alcohol para quemar. Estas acciones, sin darte cuenta, te predisponen y sensibilizan para ayudar a los demás.
Con la edad de 13 ó 14 años comenté que quería ser religiosa, no hicieron mucho caso, me indicaron que terminara los estudios y luego que lo volviera a pensar. Terminé los estudios muy joven, con 17 años aprobé las oposiciones de Magisterio y me puse a trabajar. Mi vida entonces era normal, como la de cualquier joven de esa época: trabajaba, salía con los amigos, pero en el fondo no era feliz del todo, estaba inquieta y buscaba algo.
Mi deseo de ayuda social se cubría porque el trabajo como maestra rural se prestaba a ello. Salía con un chico, pero yo no era capaz de comprometerme del todo con él… algo me lo impedía.
Pensé dar el paso a la vida religiosa y como me gustaba la enseñanza (por eso estudié magisterio) pensé en alguna congregación de la enseñanza pero de las que conocía no me llenaba ninguna para decidirme… hasta que conocí a las “monjas del cerrito” que fuimos por allí para que la Hna. Pilar le bordara el ajuar a mi hermana, empezamos a tener más relación, el apostolado que realizaban me gustaba mucho. Empecé a ir por allí, como monitora del junior, en todo momento me sentí muy acompañada y arropada por las Hermanas… esas primeras hermanas que conocí y me acompañaron siempre son para mí “especiales”… son las Hermanas y Comunidad de mi acompañamiento vocacional. Así estuve un tiempo trabajando donde estaba de maestra y los fines de semana iba al barrio hasta que ya me decidí dar el paso.
Al chico con el que salía le comuniqué mi decisión, en todo momento fue muy respetuoso y aceptó mi decisión, él me dijo que me esperaría un tiempo y estando de novicia aún me escribió a Benimámet preguntándome si yo estaba decidida a seguir, lo quería saber porque a él le gustaba una chica y antes de decirle nada quería saber si yo volvería. Le dije que yo estaba dispuesta a seguir y que me alegraba mucho de que hubiera encontrado una chica.
Me ha faltado contar cómo fue la salida de mi casa y llegada a la Casa Madre. Salí yo sola con mi “seiscientos” y en mitad de camino estuve parada mucho tiempo porque no sabía si continuar o regresar. Continué y aquí estoy todavía, me alegré de ir sola aquel día así en mi decisión no intervino nadie.
Hoy, después de muchos años, estoy contenta. Cada día trato de renovar mi ilusión y mi compromiso vocacional y le pido al Señor que me ayude. Experimento la ayuda y compañía del Señor y de mi Comunidad.
Mi padre siempre aceptó mi decisión, mi madre estaba un poco más reacia, pero con el tiempo estaba satisfecha y orgullosa de tener una hija religiosa.
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